martes, 18 de marzo de 2014

Aprendiendo a inclinarse (Nuevo truco: Reverencia)

Tengo que admitir, Natasha, que hoy me has impresionado. Me quito el sombrero. Dado que hoy no hemos ido a Agility (la monitora se encuentra mal, así que hoy no hay clase), pues he decidido dejar de lado el truco de andar sobre mis pies que llevábamos semanas practicando (aunque hace una semana, desde que destrozaste el mordedor, que no hemos entrenado) y probar algo que llevaba meses pensando en enseñarte: a hacer reverencias. Y tú vas y en diez minutos ya me lo haces. En quince, a la orden. Obviamente aún hay que practicar con distracciones, y solidificar el comportamiento... pero oye, que lo nuestro tiene mérito.
Y es que, ¿qué hay más impresionante que un perro que te saluda con una reverencia? Poco, Natasha, bien poco. Unas fotos tuyas debajo, tras la explicación de nuestro logro.

¿Cómo te lo he enseñado? Pues primero lo he intentado con un brazo bajo tu vientre, para que bajaras la cabeza y no te tumbaras... pero tú has decidido que te daba mucho corte, aunque fuera clicando poco a poco las veces que doblabas las patas delanteras. Y entonces, me ha venido la luz. He cogido el taburete y he pasado unos premios por debajo, para que te doblaras a por ellos. Tú has logrado hacer la reverencia un par de veces, pero bien que te has frustrado y me lo has ladrado por todo lo alto. Entonces, te has estirado como señal de calma, clic y fiesta. Ahí lo hemos dejado, y al rato hemos vuelto. Sin yo llegar a poner el premio bajo el taburete, a la tercera has hecho reverencia, y allí he optado por mojarme yo y probar lejos del taburete, tocándote ligeramente la espalda para que bajaras los codos al suelo, introduciendo la orden.
Ahí, de nuevo descanso.
La tercera sesión ya ha sido meter la orden gestual y la verbal, y que te estuvieras un poco en la posición, aunque yo la primera vez ni te lo he pedido. Pero mira, con eso y la orden de esperarse, han salido unas fotos muy chulas:



Volvemos tras un breve hiato

Ya hace un tiempo que no escribía, cierto, y me disculpo. Pero Natasha, tú más que nadie sabes cómo me estreso yo cuando estoy de exámenes, que llego a dejar de escribirte, de leer, de hacer muchas cosas. .
Pero ya he acabado. Y por fin, llega el momento de relajarse un poco, recuperar una rutina aceptable y estar más tiempo contigo. Ahora que ha llegado el calor (la primavera nos ha entrado con fuerza, al fin se puede ir con manga corta), se está mejor incluso fuera, pero me temo que tú lo pasas un poco mal. Así que tocará beber y bastante sombra... pero al menos se puede tomar el aire.
Esta tarde, como siempre, tenemos clase de agility. Sé que a tí por el momento te marea un poco, pero vamos avanzando. Comienzas a superar tus miedos a algunos obstáculos, algo que, con tu timidez, resulta genial. Sueño con el día en que te centrarás y descubrirás lo genial que es este deporte nuestro, ignorando las distracciones. Para tí lo peor son los perros, pero día a día veo como las clases te ayudan con tu autocontrol... y a mí, a veces, a hacer bíceps (es que tienes una fuerza...)
Esta carta no será larga, y quizás tampoco interesante, pero es mi reencuentro con este blog. Esta tarde volveré a escribir, y hablaré con más detalle de cómo nos haya ido esa clase.
Hasta otra, Natasha.

martes, 18 de febrero de 2014

Primera clase de Agility



Ay Natasha, Natasha… ahora mismo estás hecha polvo. Normal. Por ahora sé que las clases de agility te parecen, como poco, raras. Tú estás acostumbrada a llegar al parque y comenzar a jugar, y ahora que te hacen trabajar, pues te extraña. Has estado un poco dispersa, aunque estoy muy orgullosa de ti. Ahora descansa, que te lo has ganado. En general me has hecho bastante caso, y me ha alegrado mucho el ver que lo que entrenamos de obediencia hace meses lo recuerdas casi a la perfección. Y no puedo menos que reírme ahora que nuestra monitora nos ha revelado algo que tú estabas haciendo: después de cada obstáculo, a esperar el premio. Si es que tú eres muy lista. ¡Casi demasiado! Pero bueno, pronto aprenderás. Algunos obstáculos los hemos podido hacer sin correa, aunque tú no te enterabas casi demasiado. Todo llegará. Y cuando descubras la velocidad, cuando realmente entiendas el agility y yo sepa guiarte bien… ¡volarás!
Pero tiempo al tiempo. Hoy mi carta será corta, que yo también estoy un pelín cansada. Tú tienes fuerza, y has tirado alguna vez de la correa. Espero que pronto aprendas a centrarte en mí, porque entonces sí aprenderemos a paso veloz. Duerme, pequeña.
Besos, tu ama.

PD: Me ha hecho mucha gracia el perro de la monitora. El chico es un tranquilote, pero en cuanto le ha dicho de hacer el circuito… flipante como corría. Quédate con la imagen que hay que llegar ahí.

lunes, 17 de febrero de 2014

Mi primera carta



Antes de nada, Natasha, sé que tú nunca vas a leer estas cartas. ¿Qué cómo lo sé? Muy fácil, eres un perro, con todo lo que ello conlleva. Si pudieras leer, probablemente no te escribiría estas cartas, sino cuentos, historias y fábulas. Me pasaría horas hablándote del mundo que nos rodea y de otras muchas cosas. Te inventaría sagas de héroes y princesas, de dragones buenos y magos malvados, o no tan malvados. O quién sabe qué. Imaginación creo que no me falta, y si me falta no seré yo quien lo juzgue.
Pero no puedes leer, al menos hasta donde yo sé. Muchos se preguntarán, entonces, por qué hago esto. Mi respuesta es fácil: ¿y por qué no? Probablemente estas cartas serán tanto para ti como para mí, para vaciar mi mente de una manera bonita y contar esta vida nuestra, en común. No recuerdo que nadie lo haya hecho así, y si lo han hecho, que me perdonen. No es mi intención copiar a nadie.
Dicho esto, sentadas las bases, supongo que te preguntarás de qué van a ir todas estas cartas. No es una respuesta fácil, ya que irán de todo un poco. De lo que me apetezca escribir. De lo que quiera contarte, de lo que me venga a la mente. Pero todas irán relacionadas, desde luego, con tu mundo, con el mundo de los perros. Algunos días te hablaré de las cosas de ti que me gustan, y otros de las que no me gustan tanto. Te daré las gracias y te pediré disculpas. Contaré nuestros buenos momentos y los no tan buenos, y aquellos que sin ser ni buenos ni malos sobresalgan de la realidad. ¿Te lo imaginas?
Mañana quizás te escriba la segunda carta, al regresar de nuestra primera clase de Agility. Tú no sabes lo que es (no puedes saberlo), pero si lo supieras tendrías tantas ganas como yo. Será divertido, llevo ya un tiempo esperando. Con tu inteligencia y tu habilidad atlética te lo vas a pasar bomba. Y yo, claramente, también. Después de todo es un juego, un juego entre nosotras dos cuyas reglas pueden parecer difíciles, pero que creo que algún día llegaremos a dominar. Y entonces volarás por la pista, y yo podré decirme, feliz, que todo eso es, al menos en parte, gracias a mí.
Te prometo, e intentaré de corazón cumplir mi promesa, que seré paciente. Que te dejaré avanzar a tu ritmo, a veces rápido y a veces más lento, tratando de ayudarte a superar tus miedos y tus dudas. Que lo conseguiremos.
Está por escrito, es una promesa.